Las verdaderas Smart Cities, o por qué la conectividad no se limita al Wi-Fi

De los 7000 millones de humanos que habitamos la Tierra, el 54% vive ya en ciudades y se prevé que para 2050 esta proporción alcance el 66% de los 9000 millones que se estima que seremos. Esta tendencia mundial que  se remonta a mediados del siglo pasado, ha llevado a un enorme crecimiento de los ecosistemas urbanos. Pero, ¿hemos hecho de las ciudades el mejor entorno para vivir?

contaminación Pekín

Numerosos datos recientes muestran que los Niveles de polución como los de Pekín  están, literalmente, matando a sus habitantes, o que están por encima del nivel de partículas recomendado para todo el año antes del primer mes y que provocan que en otras ciudades del mundo se tomen medidas desesperadas como restringir drásticamente el tráfico rodado mientras el coche eléctrico termina de llegar; flujos ingobernables de población que permanecen atascados durante horas, o incluso días ; planificación inefeciente de los espacios urbanos que acarrean problemas de integración, con consecuencias económicas o sociales… La lista es interminable, tanto como parecen serlo algunas megalópolis que ocupan extensiones inabarcables.

São Paulo

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Si interpretamos las ciudades como sistemas ecológicos, los ecosistemas urbanos presentan otras particularidades que tampoco parecen aportar muchos beneficios. Por su propia concepción, las ciudades son sumideros de recursos y energía, es decir, su consumo neto es mucho mayor que su producción, por lo que su impacto sobre el medio se extiende mucho más allá de sus límites geográficos. A nivel local, presentan condiciones singulares: además de los aspectos ya mencionados sobre la contaminación, que afecta a importantes ciclos biogeoquímicos como los del carbono o del nitrógeno, las ciudades se consideran islas de calor (los materiales más abundantes en una ciudad hacen que la temperatura media sea superior a la de los entornos naturales), a la vez que la hidrología  se ve severamentente alterada debido a los pavimentos impermeables que hace que las ciudades funcionen como cuencas donde se concentra el agua de escorrentía que fluye a gran velocidad  , provocando inundaciones cuando el sistema de canalización y alcantarillado se ve saturado. Además, las ciudades constituyen elementos del paisaje impermeables que suponen una barrera geográfica que rompe la conectividad de los ecosistemas adyacentes.

Para tratar de compensar esta aparente desconexión con la naturaleza, tendemos a construir urbanizaciones fuera de la ciudad y valoramos positívamente las viviendas que están más Central Park, NYCcerca de las llamadas zonas verdes, incluso cuando éstas no sean más que parques y jardines.

Ante esta incoherencia, surge el concepto de smart city, la ciudad inteligente que trata de replantear la planificación de los sistemas urbanos e incorporar los componentes hasta ahora olvidados, como el ambiental. Las smart cities pivotan sobre cuatro aspectos:

  • Administraciones públicascuyo objetivo es ofrecer nuevos y mejores servicios.
  • Ciudadanos, pieza fundamental en el desarrollo de la ciudad.
  • Eficiencia energética y sostenibilidad, dirigido a un equilibrio con el entorno y los recursos naturales.
  • Tecnologías de la Información y las Comunicaciones(TIC) como soporte y herramienta facilitadora para la provisión de servicios.

El espectacular desarrollo de estas últimas ha inclinado la balanza hacia el aspecto tecnológico de las ciudades inteligentes, en las que aprovechando los avances en Big Data y seguimiento parase recopilan ingentes cantidades de información. Además, el hecho de que todos llevemos un ordenador en el bolsillo abre nuevas posibilidades de hiperconectividad, manifestándose en forma de nuevos comportamientos y hábitos de consumo, que están acaparando toda la atención.

Pero, ¿sólo podemos aspirar a conectarnos entre nosotros? ¿Por qué insistimos en no conectarnos con nuestro entorno?

Enfocar la gestión de las ciudades desde la perspectiva  de la Restauración Ecológica, es decir, incidiendo en el manejo de los procesos ecológicos que, bloquean y degradan el buen funcionamiento de los ecosistemas, puede ayudar a solventar este y otros problemas. En el contexto actual de pérdida de capital natural, los esfuerzos por recuperarlo pueden también enfocarse en transformar las ciudades de barreras a puentes.

La mayoría de causas de degradación tienen que ver con la pérdida del suelo (en la práctica, este recurso casi desaparece en ciudades con una elevada densidad de urbanización), sobre el que se desarrollan las comunidades biológicas, así como la modificación de los usos del territorio. Pero existen algunas opciones para evitar esto.

azoteas verdes

Las azoteas verdes (green roofs), que empiezan a cubrir los tejados en algunas ciudades, tienen beneficios sobre la gestión hídrica (impermeabilización, retención de agua de lluvia), el aislamiento (acústico y térmico), contribuyen a la reducción del efecto isla de calor, así como a reducir los niveles de contaminación (captación de partículas del aire, captación de carbono, cuya reducción está guiando muchos de los esfuerzos de las administraciones)… Pero también pueden, mediante una gestión adecuada, favorecer el aumento de la productividad (huertos urbanos) y de la biodiversidad, pudiendo incluso quedar conectadas con los ecosistemas adyacentes a escala de paisaje.

Combinándolo con otras tendencias como las green infrastructures que buscan recuperar la funcionalidad en redes de espacios urbanos o peri-urbanos, naturales, semi-naturales o artificiales, la conectividad puede incrementarse significativamente. Ambas pueden además ayudar a la gestión de un recurso cada vez más escaso, como el agua, si se integran zonas húmedas cercanas.

La oportunidad es aún mayor en algunos países donde se está diseñando la construcción de ciudades absolutamente nuevas, ya que la planificación puede implementar todos estos enfoques desde el inicio, optimizando los resultados de la integración.

El cambio en la planificación de las ciudades es imparable. Está en nuestras manos decidir si nos lo contaremos unos a otros por mensajería instantánea, sin tener que quitarnos la mascarilla para hablar, o si preferimos volver a tener ciudades que sirvan para lo que se concibieron: vivir en ellas.

 

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