Los manglares son ecosistemas conocidos por su elevada biodiversidad, productividad y fragilidad. Se localizan exclusivamente en la franja tropical y subtropical del planeta, en zonas inter-mareales y donde el agua dulce se mezcla con el agua salada (estuarios, deltas…), aunque también son capaces de desarrollarse sobre aguas totalmente salinas. Además de temperaturas tropicales, los manglares necesitan suelos ricos en materia orgánica y regímenes hidrológicos regulares que les obliga a tener protección frente a los fuertes oleajes.
El mangle, árbol principal y que le ha dado nombre a este ecosistema, ha sido capaz de adaptarse y evolucionar con estos factores limitantes. Originariamente era una especie terrestre, pero se ha ido adaptando a las diferentes condiciones hidrológicas y de salinidad, propias de estos ecosistemas. Así, actualmente se han contabilizado en todo el mundo más de 70 especies diferentes de mangle. Algunas especies, como el mangle rojo (Rhizophora mangle L.) y negro (Avicennia germinans L. ) han desarrollado un sistema radicular formado por grandes raíces aéreas (neumatóforos) a modo de zancos. Su función es variada y clave para la existencia de estos ecosistemas: respiración cuando el suelo está inundado; sujeción a medios fangosos; soporte para la regeneración de nuevos propágulos (plántulas); barrera natural contra el fuerte oleaje; filtro y regulador de sedimentos terrestres y del propio manglar hacia el medio acuático; filtro y regulador del agua dulce y salada; lugar de refugio de numerosas especies y fuente de alimento, directa e indirectamente, de numerosas especies (desde un sinfín de microorganismos a pequeños invertebrados como poríferos, artrópodos, etc. y grandes vertebrados como peces, aves, etc.).
Esta alta productividad de los manglares es aprovechada por las comunidades costeras como fuente de alimento, leña, remedios medicinales, artesanía, …siendo en muchos casos la única fuente de recursos y vía de comunicación. Esta dependencia se ve agravada por la constante destrucción de estos ecosistemas. La construcción de infraestructuras; el desarrollo del turismo (insostenible), la expansión de monocultivos agrícolas (coco, piña, maní,…), pero sobre todo, la expansión de la acuicultura de camarón desde los años 70 hace que en dos décadas se haya destruido el 25% de la superficie de manglar del planeta (FAO, 2003).
La seguridad alimentaria de estas comunidades se ve disminuida, además, por la exposición directa de los poblados a las violentas tormentas tropicales y por la disminución en la disponibilidad de agua dulce. Las mujeres suelen ser las encargadas de las labores de pesca, recolección de leña y agua. Con la destrucción de los manglares se hace a mujeres y niños, una vez más, más vulnerables a la extrema pobreza.
La asociación sin ánimo de lucro Ingeniería Sin Fronteras – Galicia lleva años trabajando por la soberanía alimentaria en el Golfo de Fonseca. Actualmente está trabajando en el estudio del impacto socio-económico y ambiental de la industria camaronera en las costas hondureñas del Golfo y en la concienciación de la población local de la importancia de estos ecosistemas. Desde Galicia se está trabajando en una campaña informativa y de sensibilización de la población consumidora de camarón (en España, langostino tropical). Finalmente, ESF Galicia está trabajando en la creación de una red internacional de especialistas en la restauración ecológica de manglar con la esperanza de que, en el futuro, apoye los trabajos de recuperación de estos ecosistemas tan singulares.
Almudena Rodríguez Vila. Ingeniera agrónoma y forestal, especialista en restauración ecológica de ecosistemas.
Más información en los siguientes enlaces:
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Restaurando el Capital Natural 
Una respuesta a “Restauración Ecológica en Manglares”